La Manresana: una granja para criar conejos de 2,3 kilos
Marisa Montes
Para llegar al municipio de Els Prats de Rei, en la comarca catalana de la Anoia, hay que conducir por campos verdes que cruzan los altiplanos de la Segarra, una orografía que en primavera resalta las formas y los colores de los cultivos de cereales, principalmente cebada, trigo y colza. Y hasta hace unas décadas, viñas a mansalva, antes de que la filoxera, el parásito de la vid, destruyera buena parte de los cultivos.
Pero la granja en cuestión está un poco más apartada. Se llama La Manresana por el pueblecito del mismo nombre –perteneciente a Els Prats de Rei- que en su tiempo existió en esta zona, y que desapareció en 1940. Pasamos por varias masías, huertos y por fin la torre de La Manresana, del siglo XII, que se yergue encantadora donde antes había un castillo.
La Manresana no tiene otras granjas en varios kilómetros a la redonda, aunque la zona es bastante prolífica en explotaciones de conejos y cerdos, negocios que sustentan la economía, junto con los cultivos de secano, y que ocupan más de la mitad de los terrenos. El restante, por su parte, es el territorio de los bosques de robles, encinas, pinos y coscojas.
Rosa Centelles con una de sus conejas.
La historia de un negocio familiar
En este entorno crían sus conejos Rosa Centelles y Eduard Biosca, que se han decantado por ofrecer al mercado un producto diferenciado: conejos de 2,3 kilos. Su aventura cunícola comienza en 1992, primero con el trabajo en solitario de Eduard, mientras Rosa por aquel entonces tenía un trabajo bien diferente, y cada día se dirigía a una empresa de Igualada, donde ejercía dentro de su departamento de Personal y de Exportación. Pero la vida da muchas vueltas, y como le gustaban los animales, en 1997 acabó incorporándose al negocio ganadero familiar.
Estructura de hierro para facilitar la limpieza de nidos.
Vista general de la nave, de Gómez y Crespo.
Como antecedentes tenían la experiencia que Eduard había adquirido criando ovejas, pero en 1992 un veterinario les aconsejó pasar a la cunicultura, con el argumento de que los resultados económicos se verían antes, porque el ciclo de producción es mucho más corto. Así lo hicieron, empezando con 200 conejas. Después pasaron a 400, y ya dejaron definitivamente las ovejas –las dos especies estuvieron conviviendo durante un año y medio- para centrarse en la granja cunícola, que actualmente tiene 1.500 madres. En 2001 vino otro punto de inflexión, con una nevada muy importante que les hundió dos naves antiguas. Este fue el revulsivo para acometer el cambio definitivo en la explotación y construir una nave nueva, moderna y con todos los adelantos para una producción eficiente. Se decidieron por la de tipo túnel de Gómez y Crespo, que también les suministró el sistema de alimentación automática y las jaulas.
A partir de 2001 pasaron a la cunicultura moderna. Antes carecían de naves preparadas para el calor, extraían el estiércol de forma manual y hacían ciclos diferentes. Actualmente trabajan con banda única, realizan inseminación artificial –desde 1998- y trabajan a 11 días posparto. Con este método de trabajo han conseguido resultados muy buenos: 85% de promedio de fertilidad real, una mortalidad en nidos de entre el 2 y el 3% y en el engorde de entre el 4 y el 6%. Los buenos resultados en maternidad le han llevado a Rosa –que ahora lleva en su mayor parte el peso de la granja- a recibir premios, como el de Bdcuni, de la Universidad de Valencia, que ha reconocido su labor en varias ocasiones, una vez como finalista y otra como “Mejor granja de maternidad”.
Panel evaporativo para la refrigeración en verano.
Para los nidos utilizan paja -que procede de la propia finca- y viruta.
En el año 2007 acometieron una de las ampliaciones, pero lo más significativo fue la incorporación del pastor que tenían antes para las ovejas, que reciclaron para que dominara la ganadería cunícola, además de otros dos trabajadores. Así, la granja cuenta con tres personas trabajando fijas y una cuarta a medias, puesto que también trabaja las tierras de cultivo familiares: la finca tiene nada menos que 100 hectáreas, 70 de ellas dedicada al cultivo del cereal. Todos tienen perfectamente distribuidas sus tareas: Eduard se dedica, por ejemplo, a palpar, mientras que Rosa es la encargada de los nidos.
Las instalaciones y el manejo
El trabajo en La Manresana ahora luce mucho más, con la nueva nave funcionando con todo automatizado. En total tienen cuatro naves, una de ellas dedicada a las madres primerizas. Otro de los cambios significativos fue la diferencia que supuso dejar de destetar a los gazapos para llevárselos a otra nave. En 2007 ya estaban haciendo lo contrario: llevarse a las madres para que los conejos no tuvieran que cambiar de ambiente. También hacían ya vacío sanitario.
Disponen de 80 huecos para ampliar el engorde cuando es necesario, y tienen claro que hay que dejar unos siete conejos por jaula, no más. “Miramos mucho los temas de bienestar animal”, explica Rosa, “porque aunque su final sea el matadero, mientras vivan en la granja que lo hagan con dignidad”, afirma.
Los nidos los confeccionan con paja –la suya propia, de la que guardan la mejor y más seca para la granja cunícola- y también con viruta. Se han decantado por nidos de cubeta profunda.
La nave de Gómez y Crespo en la que basan su trabajo permite la ventilación natural, que a ellos les convence. “No me gustan las naves totalmente cerradas y con ventilación forzada siempre, además ecológicamente no es sostenible”, explica. “Esta tiene la ventaja de que se abren los laterales y pasa el aire. El túnel ventila muy bien. Pero también podemos poner ventilación forzada si hace falta”. De hecho, tienen un ventilador turbo que funciona con gasoil y es especialmente útil en la época de partos, que ayuda a mantener la temperatura en invierno a 18º C. En verano, son los paneles los que ayudan a mantener fresco el ambiente con aire a presión. La idea es que durante estos meses veraniegos la temperatura no sobrepase los 25 º C. Pero en realidad no hace falta mucha más historia para conseguir frescura, ya que el clima de la zona y la marinada que sopla hacen suficiente.
Gazapos con 14 días.
Detalle del turbo dentro de la nave.
En cuanto a la iluminación, dejan la luz abierta durante 16 horas: normalmente de 7.00 a 9.00 y por la tarde hasta las 23.00 horas. Pero las 16 horas se cumplen sólo si está nublado. Si luce el sol no les hace falta luz artificial para trabajar. Disponen de un grupo electrógeno, porque en esta zona había muchos cortes de luz –casi siempre en verano-, y de este modo están tranquilos.
Tenían pensado construir una segunda nave de este tipo –de unas medidas de 80 por 11 metros, aproximadamente-, pero en 2007 bajó bastante el precio del conejo y aumentó el coste de la alimentación por la subida del precio de los cereales, así que decidieron quedarse con esta solamente. Ahora se alegran, porque tampoco hace falta “estar tan hipotecados”, comentan.
En cuanto a la alimentación, utilizan cinco tipos de pienso diferentes: uno de reposición y gestación, otro de madres sin medicar –su objetivo es acabar por conseguir producir sus conejos sin medicar, como “lo están haciendo los franceses”, pero reconocen que es difícil-; el tercero es de transición –a partir de los 21 días, un pienso de madres pero más flojito-; un cuarto de engorde y el quinto, de retirada. Sus proveedores son Cunicarn, en un 90%, y Nanta.
Disponen de silos de Segalés, realizados en fibra de vidrio, con la ventaja de que no tienen problemas de humedad y que no se calientan tanto como el resto. Además, sus paredes son totalmente lisas y esto facilita su limpieza.
En cuanto a la profilaxis, vacunan de vírica clásica. De mixomatosis nunca. El año pasado tuvieron un caso de la nueva variante de vírica hemorrágica, que solucionaron con mucha desinfección. También el hecho de hacer banda única los ayudó enormemente a minimizar el problema. Ahora esperan que salga la nueva vacuna de la variante de la vírica que prepara Hipra, y aseguran que la comprarán.
Rosa cree que los reposapatas deberían ser obligatorios.
La nave está aislada gracias a sus paredes de espuma de poliuretano.
Aparte de esta vacuna, otro detalle sanitario es para las madres, a las que inyectan penicilina después del parto para prevenir las mamitis. Las revisan concienzudamente: aprovechan el día que toca palparlas para revisar sus orejas y patas.
En esta granja, estos cunicultores se hacen sus propias madres, y los únicos animales que vienen de fuera se adquieren en Granja Jordán. Tienen unas 70 abuelas y así tienen la reposición totalmente cubierta. Para la reproducción, inseminan a las abuelas con semen de abuelo, y las hembras que salen de aquí serán las futuras madres.
Los gazapos, que en el momento de la visita tenían 14 días, tienen una lactación controlada, aproximadamente desde las 10.00 de la mañana hasta las 12.00 o 13.00 h. El número de hermanos con los que tienen que compartir el nido está muy calculado para que gocen de bienestar. En este sentido, Rosa deja 8 gazapos por coneja cuando se trata del primer parto; 9 cuando se trata del segundo y 10 cuando ya van por el tercero.
Limpieza y salida al matadero
Una vez que el conejo tiene el peso que toca, llega el camión del matadero y los carga. La Manresana es una granja especializada en ‘conill gros’, un conejo de mayor tamaño y peso del resto. Se trata de un producto interesante porque les permite tener más beneficios, pero el inconveniente es que tienes que buscar un matadero que pueda realizar este sacrificio. En su caso, el único que tiene esta capacidad en su zona es el de Cunicarn.
Sistema automático de recogida del estiércol. Disponen de su propio estercolero para gestionar el estiércol que usan para sus campos.
En una nave pequeña se encuentran las madres primerizas para tenerlas controladas.
Cuando salen los conejos para ir al matadero es el momento de realizar el vacío sanitario. Primero se vacía la nave, se queman los restos que se consideren y se barren los pasillos. Entonces tiran jabón -ecológico- y lo dejan actuar durante una noche entera. Al día siguiente pasan la kärcher y tiran el desinfectante. También aplican cargas de humo -fungicida- para los insectos que pueda haber. Y por último, cal para secar los pasillos. En cuanto a las moscas, siempre es un problema que está ahí, pero más o menos las mantienen a raya con matamoscas –por ejemplo ahora usaban el Agita de Novartis- y también usan la cal para eliminar las larvas.
Para fregar el interior de la nave también tienen un robot de limpieza de Cuniequip. En cuanto a los nidos, se sacan todos afuera y se colocan en una estructura de hierro que un herrero les ha confeccionado, de manera que los tienen todos en filas en una posición muy cómoda para lavarlos con la kärcher. Una vez lavados, se quitan de esta estructura y se sumergen en un depósito lleno de desinfectante.
Todo se limpia a fondo en este proceso, incluidos los tubos del agua y los depósitos, que se vacían totalmente. Normalmente disponen de entre 4 y 7 días para trabajar la nave antes de que llegue el próximo lote. Para el estiércol no tienen problemas, ya que todo se queda en casa: lo utilizan para sus campos y aún así son deficitarios.
Toda la granja tiene su vallado perimetral, y está diseñada de manera que el tractor no tiene por qué entrar en el recinto para extraer el estiércol. Esto es muy positivo de cara a la bioseguridad, así como el disponer de arco de desinfección en la verja de entrada a la granja. En cuanto al contenedor de cadáveres, está tan alejado de la granja que ni se ve, situado en un camino por el que normalmente no pasan ni ellos ni los camiones.
Por último, en cuanto al agua de bebida, decir que cada día ponen peróxidos y salfumán para bajar el PH y regular que el agua no contenga bacterias.
Con su método de trabajo, Rosa Centelles ha conseguido un 85 % de promedio de fertilidad real y ha recibido premios por sus excelentes resultados en maternidad
La cunicultura como trabajo de gran dedicación
Rosa está muy orgullosa de sus resultados en nidos. Dice que la clave está en que “estoy muy encima”. Su asignatura pendiente es el engorde, y en este sentido confía mucho en las enseñanzas que puedan extraer de la cunicultura francesa. “Debemos mirar qué hacen en Francia en los engordes, porque van por delante de nosotros”. Una de las técnicas que aplican en el manejo es el suministro de pienso racionado, que esta cunicultora ve con buenos ojos y piensa implantar algún día. Para ello haría falta hacer una nueva inversión en la granja y adecuar las instalaciones.
De su trabajo, lo que más le gusta a Rosa es que trabaja con un animal “silencioso, manejable, que lo puedes tocar”, una experiencia muy diferente de la que tenía “cuando ayudaba a Edu con las ovejas”. También le satisface el hecho de que los resultados “dependen de ti”, porque a la oveja, por ejemplo, “poco le podías hacer”. En cunicultura, sin embargo, sus esfuerzos se traducen en una mayor rentabilidad, aunque esto signifique trabajar más de diez horas al día y de lunes a domingo. Pero compensa.