¿Qué hemos aprendido de la crisis? *
El punto de vista de la agroalimentación
Francesc Reguant
Doctor Economista (Vicepresidente de la Institución Catalana de Estudios Agrarios)
Se considera el inicio de la gran crisis económico-financiera la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, pero en la agricultura la crisis comenzó antes y por otras razones. Desde finales del año 2006 se comenzaron a evidenciar tensiones oferta-demanda en los alimentos básicos tales como los cereales y la soja, pero fue en agosto de 2007 cuando de forma sorprendente y no pronosticada por los servicios de prospectiva de todo el mundo estallaba una escalada de precios que doblaba de forma brusca el precio de los cereales. De pronto se dispararon todas las alarmas de los grandes centros de decisión y coordinación internacional, los equilibrios acerca de la seguridad alimentaria mundial se estaban deteriorando. Se entraba en una espiral especulativa y en pocos meses la FAO contabilizaba 250 millones más de desnutridos en el mundo.
Un año después estallaba la crisis económico-financiera y a las nuevas dificultades de la alta volatilidad de precios, había que añadir las dificultades de financiación y la moderación de la demanda. Pero los problemas en los mercados agrarios continuaron. Apenas los precios habían vuelto a la “normalidad” un nuevo episodio climático de altas temperaturas en Rusia daba pie a un nuevo estallido especulativo en el mercado de los cereales. El trigo en un mes casi dobló el precio y pocos meses después en Túnez y Egipto se salía a la calle al grito de “pan y libertad”, rompiendo equilibrios políticos en el Mediterráneo sur y abriendo una nueva etapa llena de incertidumbres en el desarrollo de esta área. Mientras tanto en Europa se ha seguido sin ideas ni capacidades para salir de una crisis que pone en cuestión incluso los principios más básicos de solidaridad que dieron sentido a esta unidad multinacional. A su vez, han aparecido nuevos actores en el escenario global, los países emergentes, con China al frente, creando nuevas centralidades en detrimento de Estados Unidos. Por otra parte la crisis ha evidenciado y agudizado aún más las contradicciones sistémicas. La concentración de poder económico y político, las desigualdades y las asimetrías en las relaciones en unos mercados teóricamente libres quedan más a la vista al prescindirse de cosmética ideológica.
Sin embargo la agroalimentación ha vivido este proceso de crisis de un modo particular. Después de más de cinco años de crisis es un buen momento para buscar enseñanzas de este entorno de dificultad, de cara a abordar el futuro con orientaciones más definidas.
1. Diversas crisis que coinciden en el tiempo
Nos referimos a la crisis cuando en realidad hay distintas manifestaciones de crisis que aunque coincidan tienen unas causas distintas con impactos a su vez diferenciados. Su delimitación puede ser especialmente útil para su comprensión y para abordar las terapias oportunas (ver tabla 1).
a) Aspectos coyunturales.- Sin duda aspectos meramente coyunturales pueden formar parte de diversas manifestaciones críticas. En este sentido la agroalimentación es especialmente proclive a la volatilidad de precios y de rentabilidades. Se trata de un sector con una demanda especialmente inelástica y sometida a una oferta errática por diversas causas, pero de modo significativo por el clima y la sanidad (plagas, enfermedades) y ello provoca movimientos agudos y frecuentes en sus variables económicas. Esta dinámica cíclica no está exenta de riesgos de estrangulamientos que pueden ser en algunos casos mortales.
b) Crisis financiera.- Nos encontramos ante una gravísima crisis de demanda con un sistema financiero incapaz de cumplir su misión como proveedor de crédito y un sector público que ha traspasado sus límites. En resumen estamos dentro de un círculo vicioso de recesión y paro.
c) Crisis estructural.- Esta es la aportación más genuina del siglo XXI. Después de doscientos años de alegrías, viviendo a costa de los ahorros geológicos de miles de millones de años, la fiesta ha terminado. Se visualizan claramente los límites de este modo de desarrollo, ya sea por el carácter finito de los recursos naturales (combustibles fósiles, minerales, agua, suelo agrícola), ya sea por las consecuencias de deterioro medioambiental con el cambio climático como manifestación más problemática. Todo ello con una población en aumento y que come mejor, con dietas más proteínicas y, por tanto más consumidoras de recursos.
d) Crisis institucional.- Europa y España se encuentran sumidas, desde vectores distintos, en una profunda crisis institucional sin que se visualicen claramente las vías de avance. Ello, al margen de las consecuencias políticas, implica un debilitamiento de los mecanismos de coordinación e integración económica. En el ámbito agroalimentario supone una PAC que se aleja cada vez más de una política agrícola común.
e) Crisis sistémica.- Algún niño tendría que decir que el rey va desnudo. Un sistema basado en el crecimiento en sí mismo no es hoy sostenible, simplemente se trata de extrapolar las tendencias actuales para llegar a esta conclusión. El imparable proceso de concentración de poder económico y la desregulación impune de mecanismos claramente disfuncionales ha desfigurado los necesarios equilibrios económicos. Por otra parte, el sistema actual se muestra incapaz de transformar en bienestar las capacidades inmensas de la tecnología. Sabemos que todo ello debe cambiar, pero el cómo y el cuándo no tienen todavía unos perfiles claros. Pero tras las indecisiones las consecuencias sí que son evidentes: cadena alimentaria asimétrica, abusos de posición dominante en un mundo de los oligopolios, pérdida de valores de bienestar no directamente productivistas, etc.
Tabla 1. Diversas crisis, diversos impactos, diversas estrategias
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CRISIS |
CRISIS ECONÓMICO FINANCIERA |
CRISIS ESTRUCTURAL |
CRISIS |
CRISIS |
CARACTERIZACIÓN |
Demanda inelástica Oferta errática Volatilidad precios |
Crisis de demanda Crisis sist. financiero Crisis de confianza Déficit público |
Incremento población Desarrollo mundial Combustibles fósiles Seguridad alimentaria Medio ambiente Cambio climático Agua Suelo agrícola |
Crisis euro Menos Europa en la UE Crisis OMC |
Crecimiento en sí mismo No objetivo bienestar Desequilibrio económico Visión a corto plazo Oligopolios Crisis de valores |
IMPACTOS |
Dinámica cíclica Riesgo estrangulamiento |
Menos demanda calidad Impulso marcas blancas Escasez de crédito Morosidad Recesión y paro |
Energía más cara Alimentos más caros Más volatilidad Empobrecimiento países dependientes de energía o alimentos Nuevas demandas: -Más alimentos -Agrocarburantes -Gestión ambiental -Mitigación cambio climático |
Menos PAC Menos mercado único Comercio no equitativo |
Cadena alimentaria asimétrica Abuso posición dominante Estandarización Destrucción diversidad Desigualdad Despilfarro No consideración roles no productivistas de la agricultura |
IMPACTOS |
Amortiguar el ciclo Tranparencia mercados Regulación mercados Diversificar Gestión de riesgos |
Competitividad Productividad Integración Eficiencia cadena Tecnología Regadío |
Más agricultura Más autoproveimiento Intensificación sostenible -Tecnología -Regadío Desarrollo rural -Agricultura de calidad -Mercados de proximidad -Sinergias urbano-rural -Pago por servicios públicos de agricultura |
Coordinación global Más Europa PAC equitativa Comercio equitativo Seguridad alimentario global |
Reorientar, regular Excepción agraria a leyes de competencia -Negociación colectiva -Contratación obligatoria Contratación dilatada en el tiempo Regulación mercados de futuros Políticas reequilibradoras Nuevos valores |
2. Un sector anticíclico
Era conocido el carácter anticíclico de la agricultura como un aspecto estratégico a valorar, pero la grave crisis en la que estamos inmersos nos ha ofrecido la mejor oportunidad para comprobarlo. Indicadores clave de la economía certifican este hecho. En concreto los datos de la agroalimentación son o positivos o mucho menos negativos que la mayoría de sectores. Me referiré a cuatro variables relevantes:
• Índice de Producción Industrial (IPI).- Este indicador en España, de diciembre 2007 a diciembre 2012 ha descendido un -29,08 %. Algunos sectores han tenido descensos espectaculares (confección -51,56 %, productos informáticos, electrónicos y ópticos -56,09 %, vehículos de motor -34,39 %, solamente arrojan un saldo positivo los productos farmacéuticos +13,91 %). Durante el mismo periodo la industria alimentaria ha descendido un -10,54 %, distanciándose claramente de la media a pesar de ser un dato negativo.
• Índice de Comercio al por menor.- El índice general en España, de diciembre de 2007 a diciembre de 2012, ha descendido un -18,77 %. Durante el mismo periodo la alimentación ha descendido apenas un -3,03%.
•Afiliados a la Seguridad Social.- De diciembre de 2007 a diciembre de 2012 el sistema de la Seguridad Social en España ha perdido un -14,9 % de sus afiliados. En cambio, como dato espectacular y sorprendente el sector agrario ha ganado afiliación con un incremento global del +4,3 %. Sin embargo esta variación se ha producido en el seno de una profunda reestructuración de tal manera que los agricultores por cuenta propia han descendido un -19,7% mientras que los agricultores por cuenta ajena o asalariados han aumentado un +12,46 %, representando actualmente un 80,6 % del total de afiliados agrarios.
• Comercio exterior.- Este es sin duda el dato más destacado y principal brote verde o sorpresa de la crisis. Entre 2007 y 2012 se ha incrementado la tasa de cobertura del comercio exterior alimentario de España +21,24 puntos porcentuales.
Global versus local
La tierra es plana, dice Thomas Friedman, y la crisis lo ha puesto, si cabe, más en evidencia. Las fronteras físicas se han reducido y las autopistas digitales han abierto las puertas a la aldea global. Esta nueva realidad que se está todavía construyendo está transformando completamente nuestro entorno con impactos importantes. Se han abierto todas las puertas, éstas abren el camino de entrada con una competencia incrementada, pero también el de salida, dando pie a nuevas oportunidades. Tal como se ha señalado, la crisis ha servido para ganar competitividad y para aprender a vender al mundo. Nuestros destinos comerciales han iniciado un proceso de apertura a nuevos países entre los que destacan los países árabes y los nuevos países emergentes.
Pensar en global es hoy imprescindible, como marco para establecer las estrategias de desarrollo económico, empresarial y comercial. Pero para abordar este reto se deben sumar objetivos, esfuerzos, recursos, etc. Y para sumar, cuando de agricultura se habla, debemos referirnos a las cooperativas, las cuales dentro de una concepción moderna pueden y deberían ser la mejor herramienta para la competitividad del campo desde sus propios protagonistas.
Sin embargo, por la misma razón, la agricultura en zonas de dificultad ha visto cómo se incrementaba su desventaja. Teniendo en cuenta que España es campeona en agricultura de dificultad debemos concluir que tenemos un problema. Frente a ello, ante una tierra que es plana debemos poner rápidamente montañas.
Nuestras montañas deben consistir en la valoración diferenciada de nuestros productos de cara a ofrecerlos en el mercado global, y en la revalorización de los productos locales por su calidad, por su frescura, por su proximidad. Además, nuestro paisaje, nuestro clima, nuestro patrimonio cultural son también montañas que debemos valorar y hacer crecer.
Reorientar, regular, poner límites
La desregulación nos ha llevado a la crisis y con ella hemos aprendido que solamente con el “laissez faire” no conseguiremos los óptimos de bienestar y, con cierta probabilidad, avanzaremos hacia mayor desigualdad y mayor tensión social y política. Hemos podido observar cómo los mercados son cada vez más asimétricos, más imperfectos. Es evidente que la libertad de los factores en competencia abierta es motor de innovación y de eficiencia, pero no es menos cierto que debemos establecer límites y regular ante disfunciones evidentes. Las normas existen desde siempre; su necesidad es evidente, aunque su exceso es un inconveniente.
El hambre y la pobreza, la pérdida de biodiversidad, la destrucción de los bosques, etc, todos tienen en común que una de sus principales causas es cómo producimos, transportamos, consumimos y eliminamos los alimentos y otros productos agrícolas.
En esta dirección deben celebrarse los esfuerzos que se están realizando para dotar de contenido la denominada excepción agraria a la ley de competencia, expresada inicialmente en el sector lácteo, así como otras iniciativas destinadas a equilibrar la cadena alimentaria. Del mismo modo clama al cielo la necesaria regulación de los mercados de futuros, nacidos para estabilizar los precios, se han transformado hoy en un juguete especulativo en manos de poderosos agentes financieros que lo han convertido en fuente de volatilidad e inestabilidad.
La agricultura en el camino de las soluciones
Un informe elaborado por Greenpeace se sorprendía por el hecho de que “el cambio climático, el hambre y la pobreza, la pérdida de biodiversidad, la destrucción de los bosques, las crisis en relación al agua, la seguridad sanitaria de los alimentos, todos tienen en común que una de sus principales causas es cómo producimos, transportamos, consumimos y eliminamos los alimentos y otros productos agrícolas. Sin embargo, la agricultura no está en lo más alto de la agenda de los medios de comunicación”.
Se acercan tiempos complejos donde pasaremos del espejismo de una riqueza sin límites a la necesaria gestión de unos recursos escasos. En este nuevo camino de la sociedad la gestión de los activos biológicos con diferentes fines, en tanto que recursos renovables, pasará a alcanzar una importancia capital. Y en este camino la agricultura será protagonista de primera fila. Al mismo tiempo, habrá que recuperar usos y costumbres más acorde con una realidad de recursos finitos que con las alegrías de nuevo rico al que la sociedad urbana y desarrollada nos había hecho creer que podríamos vivir eternamente. Sin embargo, en este camino la sociedad rural lleva ventaja en tanto que ha conservado buena parte de los usos del ahorro de recursos, de la provisión de seguridad, del reciclaje, de la solidaridad frente a dificultades inalcanzables individualmente (por ejemplo frente a los incendios forestales), de mayor responsabilidad frente a los bienes colectivos. Sin duda la agricultura es un sector esencial para pensar en el futuro.
Preparados para cambiar
Recientemente me impactó la respuesta de un joven agricultor al cual pregunté cómo se imaginaba su explotación al cabo de treinta años y me contestó sin vacilar que estaba convencido que la explotación continuaría existiendo pero que con toda seguridad sería muy diferente. Con ello me expresaba autoestima respecto a su profesión y a su explotación pero señalaba también una idea clave para comprender el futuro y participar en él: el cambio.
Esta crisis abre las puertas al nacimiento de una nueva etapa de la humanidad. Nuestro entorno está sufriendo profundas modificaciones, nuevas necesidades y nuevas problemáticas están clamando soluciones, sabemos que el sistema actual no es sostenible sin modificaciones importantes. Todo ello exige sin lugar a dudas cambios. No es imaginable el futuro si no aceptamos que será distinto a la realidad actual, con nuevos condicionantes y nuevas dinámicas.
Se están viendo los límites de nuestro modo de desarrollo, tanto por el carácter finito de los recursos naturales (combustibles fósiles, minerales, agua, suelo agrícola), como por las consecuencias de deterioro ambiental (cambio climático) como manifestación más problemática.
Las explotaciones agrarias, las cooperativas deberán cambiar para poder asumir y aprovechar los potenciales de las nuevas tecnologías y las nuevas ideas que deberán organizar de modo sostenible las dinámicas productivas. Sin duda se abre una etapa apasionante donde la imaginación y la flexibilidad deberán acompañar a las alternativas de progreso.
Será necesaria una nueva cultura para comprender y gestionar el cambio y, sin duda, será preciso un gran cambio de mentalidad para aceptar que los recursos son finitos y que el futuro se definirá por la capacidad de gestionar y renovar unos recursos escasos con la ayuda de una tecnología que nos sorprenderá día a día.
Finalmente, la sociedad mayoritariamente urbana deberá cambiar su imagen sobre la agricultura y sobre el agricultor. La agricultura está llamada a jugar un papel clave en los desarrollos del nuevo siglo, pero si ello es así será preciso que esta función sea valorada tal como corresponde. La incomprensión de la importancia de la agricultura y de las personas que realizan esta actividad no sale gratis, se paga con costes sociales evidentes pero se paga sobre todo al poner en riesgo un activo estratégico de primer nivel. •
Tabla 1. Diversas crisis, diversos impactos, diversas estrategias
DOS AGRICULTURAS, DOS ESTRATEGIAS
AGRICULTURA POTENCIALMENTE COMPETITIVA
AGRICULTURA SUFICIENTE
AGRICULTURA DE DESARROLLO RURAL
AGRICULTURA NECESARIA