Cuniarevalillo Hermanos: una rutina de trabajo encaminada a la máxima eficiencia
Xavier Mora
Miguel Ángel y Juan Julián acompañados de Rubén García -veterinario de Mesenor-, en el centro.
En la recogida población de Arevalillo, Ávila, se encuentra Cuniarevalillo Hermanos, una explotación cunícola en plena pujanza que actualmente trabaja con 2.500 reproductoras propiedad de los hermanos Miguel Ángel y Juan Julián Gómez.
Arevalillo es una pequeña población de poco más de 100 habitantes -a principios de siglo contaba con casi 500 habitantes- situada en plena meseta castellana y rodeado de campos de cereal y de pastoreo. Atraviesa la población la antigua vía pecuaria de las cañadas de la mesta que el ganado trashumante allá el siglo XII ya recorría desde Extremadura hasta los verdes prados de León.
Como en todo negocio, siempre hay un inicio de la actividad condicionada por muchos factores. En este caso aún revierte más interés, pues nos encontramos con una granja con un número de reproductoras elevado y que surge en una población y momento en que no era habitual tener en mente la idea de la cunicultura como opción de trabajo.
El estercolero está totalmente cubierto y aislado del exterior.
La familia se dedicaba desde hacía mucho tiempo al vacuno de carne, de los que aún tienen algunos animales, y Miguel Ángel se dedicaba a la venta ambulante por diferentes localidades, igual que muchísima gente de las poblaciones cercanas. Sin embargo, a los 17 años ya tenía muy clara la idea de que quería establecerse y quedarse en su localidad, dejando la vida itinerante, que siempre es un trabajo arduo.
Entonces visitaba a menudo un restaurante que tenía conejos en la trastienda para el consumo y el propietario lo animó. Como siempre cuando uno tiene pocas reproductoras y en el patio de atrás, todo funciona a las mil maravillas, entre otras cosas porque el nivel de exigencia productivo es muy diferente.
Finalmente se decidió y empezó lentamente, con unas pocas conejas y teniéndolas en cajas de madera, aprendiendo con el día a día y utilizando los domingos -día de descanso- para aprender en una pequeña granja cercana todas las rutinas de trabajo que comporta el oficio. En 1986 arregló una pequeña unidad de 100 reproductoras, origen de la estructura productiva actual. Poco a poco, sin prisas pero sin pausas, fue creciendo hasta llegar a los 2.500 huecos madres que tiene actualmente divididos en dos núcleos.
Vista general de la nave nueva.
En la visita se desprenden dos nociones básicas desde el principio: viven con una enorme pasión la cunicultura y disfrutan de su trabajo -y es que en toda la visita las anécdotas fluyeron de forma constante poniendo nombre y apellidos a cada mejora, el por qué de ella y la vivencia que generó- y por otro lado el innegable planteamiento muy profesional con que trabajan.
Los conceptos de trabajo son muy claros y encaminados hacia la máxima eficiencia con el tiempo disponible. Las dos naves funcionan en una sola banda única -se insemina alrededor de 2.600 reproductoras en un solo día, que no quiero ni pensar en cómo deben de acabar los inseminadores y los que aguantan las conejas- estando las dos naves separadas por un par de kilómetros, pudiendo considerarse dos explotaciones totalmente diferenciadas.
La inseminación la realiza El Adil Redondo, centro de inseminación perteneciente al grupo UPV y afincado en Carrizo, León, y la genética con la que trabaja en maternidad también pertenece al mismo centro, realizándola a través de la compra de abuelas de unos dos meses de vida a las que luego insemina con semen maternal para hacerse las F1 que utiliza en la granja. Fue en el 2003 donde por motivos personales hicieron un vacío sanitario total y posteriormente decidieron empezar de nuevo con una buena genética que tuviera una sanidad garantizada.
Vista exterior de la nave nueva.
Clarísimo tienen el concepto de la necesidad de contar con un buen y nutrido grupo de abuelas, base imprescindible para obtener todas las F1 necesarias y no ir nunca justos de ellas, pues entonces hay que perdonar demasiado. Sin duda este es uno de los grandes secretos que hacen que esta granja funcione como un reloj. No perdonar -es que dos personas para 2.500 repro-ductoras como se despisten tienen un grave problema- y apostar fuerte por la renovación. Para ello es imprescindible que el motor de F1 no se detenga y poder disponer en exceso de ellas es una garantía de seguridad. Quedé sorprendido cuando con total seguridad me valoró por kilo de conejo producido el coste de la genética, y he de reconocer que después de numerosos estudios prácticos -los teóricos que yo he visto y hecho no se acercan ni por asomo a la realidad- de datos recogidos en granjas, era muy real (alrededor de 0,01 € por kg vendido). Aquí hay que tener en cuenta no sólo la producción por coneja, sino también el peso de venta con que permiten trabajar. Si hablamos de 2 kg o de 2,3 kg la diferencia es muy grande.
La entrada de aire está dirigida para que no incida directamente sobre los animales.
En su momento hicieron un centro de inseminación propio, con su sala de machos, laboratorio, etc., pero pronto decidieron que era mejor comprar el semen y que viniesen aplicadores, pues de lo contrario perdían mucho tiempo y no tenían las garantías genéticas de crecimiento que les puede aportar un centro de confianza.
La nave nueva es una larga estructura que engloba una sala de reposición, una sala de maternidad y una de engorde y además un almacén y el estercolero cubierto con una longitud total cercana a los 100 m.
En un principio me sorprendió el que el estercolero estuviera cubierto y dentro de la nave, pero más me sorprendió que estuviera vacío de estiércol e incluso sospecho que barrido. Es que no había ni una sola cagarruta de conejo. Después comprendí que cuando sacan el estiércol se lo llevan auto-máticamente hasta que queda limpio y, al estar cubierto, evitan humedades y cambios de temperatura, lo cual es una barrera muy efectiva para evitar la entrada de depredadores y evitar la entrada de vectores en la granja. Tampoco hay que menospreciar la facilidad de trabajo en un ambiente más confortable en determinadas épocas del año.
Protección externa de los paneles de humidificación para permitir su mejor conservación.
La nave funciona mediante ventilación dinámica con la entrada de aire por el almacén separador de las dos salas -maternidad y engorde- donde están ubicados unos paneles humidificadores para verano y calefacción para invierno, aunque para aumentar la eficacia suelen mover los calefactores al interior de la nave si es necesario.
Un detalle que también se aprecia es la importancia que dan al aislamiento térmico de las salas. Las paredes están inyectadas con espuma de poliuretano -y bien inyectadas, no un par de centímetros sólo- y el techo tiene doble capa con espuma inyectada en cada tejado (5 y 4 centímetros), con una pequeña cámara de aire entre ellas. Es decir, 5 capas entre el interior y el exterior, que seguro que tiene un coste, pero en este caso ellos mismos nos remarcan la importancia del aislamiento para evitar fugas de calor y así disminuir el coste alimenticio -normalmente soy yo quien tengo que intentar convencer de ello, pero con la pasión que describían los motivos ni se me ocurrió hacer el comentario-.
Las jaulas en este caso eran todas de Gómez y Crespo y la alimentación se hace mediante carros de reparto. Y ¿por qué no alimentación automática, y más cuando la tienen instalada en la reposición? “Es que si no, no se revisan adecuadamente a los animales. Te pasas cosas por alto y después no tengo la confianza de que lo haya mirado a conciencia”. Con este argumento pocas cosas tenemos los técnicos a decir.
Al ser una nave cerrada, tienen un grupo de emergencia en cada nave y además una alarma conectada a sus móviles por si acaso algo fallase.
La nave antigua, que no vieja, porque durante el recorrido pude ver los numerosos cambios, mejoras y ampliaciones que han ido realizando, es totalmente diferente. Siguen siendo válidos la importancia del aislamiento y sistemas de alimentación, pero aquí se aprecia claramente cómo el tiempo ha impuesto su cuota de mejoras parciales. Toda la instalación está basada en una sala para maternidad enorme y numerosos locales laterales -que muchos de ellos fueron en principio instalaciones al aire libre y quizás por eso dan tanta importancia ahora al aislamiento térmico- para los cebos y reposición. Incluso comentan que llegaron a tener jaulas de exterior Alias y que una nevada monumental les desmontó por completo la idea de seguir con ellas.
El reparto de pienso se hace mediante carros manuales para poder revisar los animales.
Empezaron con jaulas Extrona, pero en las sucesivas ampliaciones fueron cambiándose por jaulas de Gómez y Crespo, llamando la atención el aprovechamiento al máximo de todos los rincones, y el que aún no lo está ya tienen en mente qué hacer. Mientras que en la nave nueva todo el engorde está en una sala facilitando el manejo, aquí por otro lado tienen la ventaja de que si el matadero recoge parte de los animales, pueden vaciar salas enteras y dejar sin alterar otras, evitando así posibles problemas en ese cebadero por el estrés que se pueda generar o los cambios de temperatura.
Vista desde fuera se aprecia el núcleo inicial del 1987 y las ampliaciones mayores del 1992 y 2010, aunque todas las remodelaciones pequeñas se hicieran progresivamente cada año y sin detenerse.
En la alimentación confían en Mesenor, de la que son socios desde hace años. Realizan el sistema ya clásico de tres piensos más un cuarto para la reposición -de maternidad, engorde medicado preventivo y retirada-. Al ser socios de Mesenor la venta de los gazapos la gestiona la cooperativa, aunque es Mataderos Hermi quien viene a recogerlos.
La sanidad corre a cuenta de Rubén García, veterinario de la misma cooperativa, que rápido nos dio a entender los pocos problemas sanitarios que tiene la explotación -muchas granjas como esta y yo sin trabajo-. Esta es una de las ventajas que los técnicos tenemos cuando una explotación tiene perfectamente establecido la prioridad de la prevención y los principios básicos de la bioseguridad. El manejo en banda única permite una disminución drástica de contagio entre edades diferentes y por tanto una menor prevalencia de las enfermedades. No es que estas no puedan aparecer, es que no les creamos el ambiente favorable para su diseminación.
Los ventiladores disponen de protectores móviles para evitar que el viento detenga el extractor.
Nidales con paja y en épocas de riesgo el uso de polvos antisépticos al momento de nacer, desparasitar preventivamente a las reproductoras dos veces al año y la aplicación de vacunas de mixomatosis y vírica en reposición antes de entrar en producción, así como recordatorios una vez al año mínimo son las medidas preventivas básicas con las que complementan lo anterior. Pero no nos engañemos, la constante supervisión de los nidales, gazapos de engorde, etc. son puntales que no se tienen en cuenta, pero todos sabemos que son la base de una producción eficaz y eficiente.
Un detalle a tener en cuenta, y que ciertamente nunca había pensado en ello, es el grupo de extractores de repuesto. Pero es que no había uno, sino que varios y correctamente etiquetados de arreglado o no, para el caso de que uno de los instalados fallase. Evidentemente es de crucial importancia en una nave cerrada el disponer de una adecuada ventilación, pero todos damos por sentado que si falla un ventilador le damos más fuerza al otro y esperamos a que venga el electricista. En este caso proceden a cambiar ipso facto el extractor estropeado y se acabó el problema, procediendo a arreglar el averiado cuando se disponga de tiempo. Es una acertada idea que me dejó pensando en la importancia de diseñar siempre las naves -o mejoras de naves- de forma que todos los extractores sean intercambiables y además que sea fácil de hacer.
Es similar el problema de las naves con numerosas puertas y que todas se abran con una llave diferente, cuando hubiese sido más sencillo que todas tuvieran el mismo bombín.
Como siempre las visitas se hacen cortas, pero lo cierto es que entramos de día y salimos de noche sin darnos cuenta del tiempo que estuvimos dentro, y más cuando durante la visita te dan el nombre de cada sala -y hay montones en la granja antigua- con su explicación, anécdotas y comentarios varios que crean un ambiente de camaradería conejeril que invita a volver otro día. Y que sin duda intentaré hacer en otra ocasión.