Soberanía alimentaria.
El orgullo de ser cunicultor
Editorial
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ En los últimos tiempos
todos los medios de
comunicación están
difundiendo la sensación de
estar inmersos en una crisis
global, con una mayor
insistencia especial en que es
debida a la alimentación. El
hecho que cueste más dinero
llenar el carro de la compra
es indudable, lo que, conjuntamente
con el innegable
aumento de las hipotecas,
ha puesto contra las cuerdas
a muchas economías domésticas,
algunas de ellas enviadas
directamente a la UVI.
Pero… ¿de quién es la
culpa?. Aunque siempre
estamos escuchando el encarecimiento
de los alimentos
en el mercado, en muchos
casos, sinceramente, no se
entiende en donde se encarece,
pues no hay muchos
productores agrarios y ganaderos
que, de forma ostensible,
hayan ingresado unas
sumas de dinero superiores
a otros años. ¿Será, quizás,
que incluso han ingresado
menos…?
¿Y si el problema en origen
no fuera que el planteamiento
políticamente correcto haya
sido el comprar los alimentos
a terceros países y venderles
coches u otros productos
manufacturados a cambio ?.
El beneficio empresarial
consiguiente siempre es para
las grandes empresas multinacionales,
no para los
pequeños empresarios, como
los ganaderos y agricultores
que, aun siendo más numerosos,
no por ello se les hace
caso. Y quizás nadie pensó
que estos países algún día
también querrían comer
mejor, no ya sólo un cuenco
de arroz, y que, de ser así,
dónde se quedaría la comida.
La presencia de cupos o
cuotas agrícolas y ganaderas,
las subvenciones para barbecho,
el destinar parte de la
producción agrícola a mercados
altamente especulativos
—biodiesel— no son
ejemplos de una política clara
de autosuficiencia, sino de
total dependencia del exterior
y olvido del interior.
La soberanía alimentaria, es
decir, poder garantizar la
comida para la población que
depende de un gobierno
tendría que ser un principio
básico de los legisladores,
pero no parece que en
Europa esto sea una realidad.
¿Podría ser secuela del
colonialismo el pensar que
tengo más dinero que otros
para comprar los alimentos
que requiero y dejar sin ellos
al tercer mundo?. Tengamos
muy en cuenta que la población
mundial a alimentar es
elevada y con unos índices
de crecimiento demográfico
superiores en los países en
desarrollo y que están
comenzando a comer mejor,
lo que significa que solo para
abastecer a estos nuevos
mercados ya habrá problemas.
Aquí también los
cunicultores de estos países
tienen un papel muy importante
para producir esta carne
que el futuro consumidor
necesitará sin entrar en
conflicto con la escasez de
materias primas.
En esa situación, las ganaderías
compatibles con la
alimentación humana deberían
recuperar su orgullo y
literalmente sacar pecho para
promocionarse. La cría de
conejos tiene, entre otras
ventajas, la muy importante
de tratar con una especie
estrictamente herbívora, por
lo que su alimentación puede
ser con materias que no
compiten con el consumo
humano. En otras palabras,
es una producción cárnica
totalmente compatible con
una situación de carestía de
alimentos vegetales básicos
de la población humana. Por
tanto, aquí hemos de recuperar
el orgullo de ser
cunicultores y promocionar
nuestro bien hacer con un
producto final en equilibrio
con la situación global.
También hemos de tener en
cuenta donde está el origen
geográfico del conejo. Es una
especie animal oriunda de la
Península Ibérica y que el
clima que favorece su producción
es el que tenemos.
Es más, los costes en instalaciones
y el mantenimiento
energético de las mismas son
relativamente más bajos que
en otros ámbitos geográficos
y incluso que otras instalaciones
ganaderas. Por tanto,
hemos de aprovecharnos de
que somos el país por
excelencia de los conejos y
que éstos forman parte de
nuestro acerbo cultural,
comunicando claramente la
idoneidad de esta producción
cárnica, en equilibrio con
el medio ambiente en el
que vivimos.
F.X.M.
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